Visitas a las escrituras ~

domingo, 27 de octubre de 2013

   Capítulo 21 ~ Peskipiksi Pesternomi


2 de septiembre de 1992 
 (10:00 p.m)


Desperté a la mañana siguiente algo atolondrada. El cuerpo me pesaba más que ningún otro día. Aún tenía los ojos cerrados, me senté sobre la cama y dejé mis piernas colgando. Estiré mi brazo hasta conseguir el horario que la anterior noche había dejado sobre la mesita de noche. Lo dejé sobre mi regazo, y me restregué los ojos mientras bostezaba. Algunas de mis compañeras estaban ya despiertas y otras no. Después de revisar aquello, me quedé observando el horario y repasándolo con mi dedo indice.
—Defensa Contra Las Artes Oscuras... Bueno... al menos podré conocer a ese profesor del que Draco me estuvo hablando durante el trayecto. Aunque no recuerde mucho qué era lo que me contó sobre él —bostecé—, qué sueño... No tengo hambre, así que puedo saltarme el desayuno y tomarme más tiempo para despertarme. No creo que me riña nadie por eso, ¿no? —me levanté de la cama y dejé el horario en el primer cajón y me levanté para vestirme. Me coloqué frente al pequeño espejo mientras me colocaba la corbata. Acaricié la seda de la que se componía y sonreí. Me encantaban aquellos colores, y la serpiente del extremo con aquel escudo. Me gustaba formar parte de Slytherin.
Después de tenerlo todo preparado, bajé hasta el Gran Comedor, incluso llegué a tiempo, acababan de empezar el desayuno. Me senté al lado de Draco, como de costumbre. Aunque allí estaba la idiota de Pansy. ¿Se podía ser más desagradable?...
—Buenos días, Draco. Hola, Pansy. Crabbe... Goyle... —les dije a modo de saludo, algo bastante seco.
—¿Buenos días? Lo serán para ti —contestó Draco, tan apático como de costumbre.
—¿No lo son para ti? —inquirí curiosa. Los anteriormente nombrados, no abrieron la boca. Draco parecía estar más de mal humor que otros días—. ¿Ocurre algo, Draco?
—Nada que te importe.
Fruncí el entrecejo y me crucé de brazos, dándole la espalda.
—Como quieras —dije molesta.
—Aún no me creo que tengamos que soportar a Lockhart —comentó Draco con el resto del grupo, haciéndome caso omiso.
—Tranquilo, Draco. No les llegaba para más —añadió Pansy.
—Estúpido colegio —arqueó el labio.
Busqué con la mirada la mesa de los profesores, un escalofrío recorrió mi piel y hizo que me revolviera sobre el asiento. No tenía explicación, simplemente ocurrió al ver a Snape. Parecía que su cabello había crecido un poco más, pero sus ojos seguían mostrando aquel oscuro y triste color. Coloqué la mano en mi barbilla y le contemplé con cautela. Draco, Pansy, Crabbe y Goyle seguían hablando, pero ni escuchaba lo que decían, ni me interesaba. Estaba ocupada admirando tal belleza. Ni siquiera se percató de que le estaba mirando, o quizá se hacía el loco. Por si acaso, retiré la mirada, aunque a duras penas ¿para qué mentir?
—Vamos, Lestrange, tenemos clase —dijo Crabbe.
—Déjala, que se espabile —manifestó Draco.
Arquee una ceja y me quedé mirándole. ¿Se podía saber qué le había hecho yo? Recogí mis libros y los llevé conmigo hasta el tercer piso. Me moría de curiosidad por saber cómo era aquel profesor. Entré y me senté en el pupitre más escondido del aula. No parecía haber ningún profesor por allí. El aula estaba vacía y se empezaba a llenar de alumnos. Cotillee la estancia con la mirada, había tantos artilugios que nunca había visto antes... Levanté la vista, en el techo había colgado el esqueleto de un dragón y un candelabro de hierro. En un extremo del aula, se encontraba un proyector que se activaba por arte de magia. También había escritorios y mesas, así como grandes ventanales. Unas pequeñas escaleras comunicaban con una especie de puerta de madera. La decoración era extraña. Había fotos en movimiento y cuadros con un hombre de cabello algo ensortijado, rubio y de ojos azules. Retiré la mirada, puesto que la puerta que tenía enfrente se abrió. El hombre de los retratos y cuadros, salió con aires elegantes.


—Permitidme presentaros a vuestro nuevo profesor de Defensa contra as artes oscuras —hizo una breve pausa—, yo. Gilderoy Lockhart —pronunció con cierto toque melódico, bajando por las escaleras—, de la orden de Merlín, de tercera clase. Miembro honorario de la liga para Defensa contra las artes oscuras, y cinco veces galardonado, con el premio a la sonrisa más encantadora de la revista Corazón de Bruja. Pero no hablaremos de eso... No me libré del presagio de una Banshee con mi sonrisa.
Y en aquel momento, quise reírme y no parar. Su... su... su sonrisa... Reprimí una carcajada. Era lo más estúpido que había visto nunca. En toda mi vida. Continuó hablando, pero no le presté atención a sus palabras, sino a sus ridículos movimientos. Se acercó a una jaula cubierta por una tela granate que sí logró captar mi atención.
—Solamente os ruego que no gritéis. ¡Podrían enfurecerse! —retiró rápidamente el tejido y aparecieron enjaulados unos diablillos de color azul añil. Sus grititos eran insoportables.
—¿Duendecillos de Cornualles? —dijo Seaumus con una risilla.
—Duendecillos de Cornualles recién cogidos.
Seamus rió, quitándole toda importancia a Lockhart.
—Ríase si quiere señor Finnigan... Pero los duendecillos de Cornualles pueden ser endiabladamente engañosos... Veamos qué podéis hacer con ellos —y abrió la jaula. Aquellos seres comenzaron a revolotear por toda el aula.
—¡Está loco! —grité aunque nadie me escuchó. Estaban desperdigados por toda la clase. Se enganchaban en el pelo, en la ropa... Eran un incordio. Apreté los puños y busqué mi varita entre mi túnica. Pero uno de ellos la había agarrado, y no parecía tener intención de soltarla. En aquel momento, sentí pura rabia... Era... mi... varita... Y mi varita no se tocaba. Arquee el labio mirando a aquel estúpido duendecillo con pura cólera. Me subí encima de la mesa y empecé a saltar sobre ésta, aunque él parecía burlarse de mí. Se acercaba y alejaba con mi varita en sus diminutas y asquerosas manos. Reprimí un grito de enfado y finalmente, logré despistarlo. Le agarré de la cintura y lo estrujé con fuerza. Parecía que los ojos se le hinchaban incluso.
—Mi varita... -no-se-toca —fruncí los labios, cogí mi varita con enojo y solté a la criatura. Ésta echó a volar lejos de mí, pero en seguida se puso a molestar a otros compañeros. Bajé de la mesa.
—No corráis, no huyáis... Son solo duendecillos... —dijo Lockhart con tremenda pasividad.
—¿Sólo duendecillos? —murmuré con ironía. Anda... Pero si acaban de capturar a Longbottom... 


Veamos lo que ocurre... ¿Encima de la lámpara? No aguantará... Reí para mis adentros. Uno de los condenados duendecillos se posó en frente de mí, le miré seria e impasible. 

Le conté con la mirada todo lo que le había hecho a su compañero, y entonces éste —que parecía haberme leído la mente— se esfumó tan rápido que ni pude ver a dónde iba. Y el estúpido del profesor, que no movía ni un dedo... “¿Peske peski peste qué?” Acababa de realizar un hechizo que ni siquiera mi oído había podido entender. Y apostaba que el de Granger tampoco. Mira tú por dónde... Su varita también se la habían llevado. Definitivamente, estábamos perdidos.
—Oh no... Oh no —se dirigían hacia el esqueleto colgante, y... Sí. Se acabó el esqueleto colgante... Negué varias veces. Menudo profesor más estúpido nos había tocado. Le seguí con la mirada. ¿Estaba... huyendo? Definitivamente sí. Huyendo y sólo protegiendo un cuadro en el que dentro se hallaba su rostro. A penas me dio tiempo a ver una ráfaga de luz azul cuando vi como todos esos diablillos se quedaban petrificados en el aire. 

No sabía ni quién lo había hecho, ni cuál era el hechizo. Lo único que hice fue salir de aquella aula, frustrada, alterada y furiosa porque aquel insecto asqueroso acababa de arrebatarme la varita. Acababa de descubrir que eso era lo que más me enfurecía. Y para colmo, escuché gritos a mis espaldas que incluían mi nombre.
—¡Lestrange! ¡Lestrange!
—¿Qué? dije con antipatía.
—¿Has visto lo que ha ocurrido ahí dentro, verdad? De eso te hablaba. Lockhart es un completo inútil, ¿eh?
—Esfúmate, Draco.
Éste se quedó petrificado ante cómo le había hablado, incluso se detuvo y me dejó marchar. Y gracias a Dios que me dejó marchar... Ese día no hablaría con nadie.

Y ojalá que nadie se me acercara. Llevaba un cabreo encima demasiado potente. Nunca nadie había logrado cabrearme así... Conclusión: si no quieres enfadar a Susan Lestrange, no toques su varita. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Capítulo 20 ~ ¿Dónde están Potter y Weasley?


1 de septiembre de 1992 
 (21:34 p.m)


No me encuentro bien. No me encuentro nada bien... Y cuantas más veces lo repito más mal parezco encontrarme. El caso es, que tengo muchísimas ganas de verle, pero... es eso lo que más me asusta. ¿Y si ya no está este curso? Si echaron a Quirrell a saber por qué... ¿qué les impediría hacer lo mismo con Snape? Ésta vez no me he sentado sola en los compartimentos del tren. Estoy con Draco. Pero él está más atento de Crabbe y Goyle, cosa que no entiendo, pero a la vez prefiero, ya que ahora mismo, ni siquiera se ha fijado en que estoy escribiendo. Y espero que siga siendo así porque no pienso enseñarle el diario —Retiré la mirada un momento de la página que estaba escribiendo, y me quedé embobada mirando la ventana. ¿Cuánto quedaría para llegar a Hogwarts por fin? La espera me estaba matando. ¿Qué haría yo si de verdad habían despedido a Snape? ¿Y si él no me daba pociones éste curso? —. ¡Maldita sea! ¡Es que no es posible! ¡Estoy segura de que él no tuvo nada que ver con lo que el profesor Quirrell hizo! Estoy segura de que él es inocente... —mis ojos estaban últimamente muy cansados, y es que apenas había dormido esta última semana. ¿Conciliar el sueño con aquellos pensamientos tan pesimistas? ¿Creyendo que no volvería a verle? El tren se detuvo y un silbido que despertaría hasta al sauce boxeador, hizo que abriese los ojos de repente.
—Levántate, Lestrange. Ya hemos llegado.
Al menos me había avisado...
—Gracias —dije mientras guardaba mi diario en los bolsillos de mi túnica y me disponía a salir de allí—. Esto... Draco.
—¿Sí, Lestrange? —dijo con aburrimiento.
—¿Crees que Snape seguirá impartiendo pociones este curso? —me mordí la lengua.
—Supongo que sí, no lo sé, no soy adivino.
—Oh, claro —tragué saliva.
—Estás muy pesada siempre preguntando por Snape. ¿Cuántas veces tengo que repetirte que no le gusta que le hagan la pelota?
—Sólo era curiosidad... —fruncí levemente el entrecejo.
—Pues guarda silencio, tenemos que coger los botes y no tengo ganas de estar escuchando tu voz detrás de mi oreja.
Definitivamente, Draco Malfoy no era de lo más simpático y amable que tenía de amigo, pero... al menos era algo. Subimos a los botes, y mis nervios crecían todavía más, si es que eso era posible... Era de noche, y el castillo estaba iluminado por las antorchas de fuera y las de dentro del castillo. Un color anaranjado bastante cálido.
—Por suerte este año no tenemos que tragarnos el discurso de McGonagall —comentó Draco.
—¿Iremos directamente al Gran Comedor? —inquirí.
—¿A dónde sino? Era obvio, Lestrange.
Quizá sí lo es... Pensé. Pero lo único que realmente bailaba en mi mente, era Snape. Miles de trozos de pergamino en los que permanecía su nombre escrito en un color negro penetrante y profundo. 
Al fin en tierra firme. Me deslicé con rapidez hasta Draco y me quedé tras su espalda, siguiéndole en todo momento. Las puertas del vestíbulo se acercaban, y con ellas las del Gran Comedor.
—Mira tú por donde... Se me olvidaba que los de primero tienen hoy la selección. Qué divertido —dijo Draco calentándose las manos.
—Deben estar nerviosos... —le dije.
—Mira qué estúpidos —comentó Crabbe señalando a unos cuantos de primero.
—Son como trolls —añadió Goyle—, trolls enanos y feos.
Mira quién fue a hablar... Pensé.
—Tú también fuiste uno de ellos hace un año, Goyle. Y lo sigues siendo —me atreví a dejarle claro.
—Cállate Lestrange —importunó Goyle con desagrado. Se le veía afectado. A lo que Crabbe defendió:
—Si, al menos él no se pasa el día haciéndole la pelota a Snape.
¡Snape! Maldita sea... Se me había olvidado por un momento... Draco dijo algo con una voz enfadada, pero yo estaba otra vez preocupada por lo mismo, y por lo tanto, cualquier ruido que estuviera a mi al rededor, se convertía en un ruido casi inaudible. Al fin llegamos al Gran Comedor y bajé la mirada hasta llegar al medio del largo pasillo. Apreté los puños mientras el corazón me bombeaba con más fuerza que nunca. Draco me dio un codazo y con aquel gesto, levanté la cabeza lo más rápido que pude hacia la mesa de los profesores.
—Ahí tienes a tu Snape —dijo Draco bromeando—, podrás hacerle la pelota cuanto quieras. Estaré encantado de ver cómo te echa la bronca por ello.
Yo, por el contrario no supe qué decir, creo que incluso temblé. El verle de nuevo, allí sentado hablando con un profesor que no tenía ni la menor idea de quién era, pero que en realidad era intrascendente en aquel momento, sentí aquella sensación en mi interior, volvía a sentirme llena por dentro. Parecería ridículo si os dijera que incluso todo a mi al rededor se tornó diferente. Las luces y su matiz se reflejaban con mayor nitidez. El aire y la brisa tenía un ápice de calidez y suavidad. Mis mejillas enrojecieron aportándome un calor que echaba realmente de menos. No podía verme, pero aseguraba que mis ojos ahora estaban brillando como hacía meses que no lo hacían. Me senté en la mesa de los Slytherins, mirándole de reojo de vez en cuando. Sentí que alguien me estaba acechando, pero no fue una sensación de peligro, sino de bondad, así que mis ojos buscaron esa mirada que estaba siendo partícipe de mi incomodidad hasta caer en los pequeños y centelleantes ojos de Albus Dumbledore. Me miraba de una forma tranquila, con una sonrisa algo pícara. Parecía saber exactamente lo que pensaba yo en aquel momento. Le devolví la sonrisa, algo tímida, tenía ganas de hablar con él y de preguntarle miles de cosas. Mis ojos buscaron de nuevo a Snape. Después de tantos días sin verle, claramente lo único que me pedía el cuerpo era mirarle y jamás dejar de hacerlo, así que eso hice, ésta vez sin importarme que él me descubriera. Mientras no dejaba de mirarle, ya me imaginaba cómo era el estar entre sus brazos, apoyar mi cabeza en su pecho mientras él me acariciaba con ternura. Mientras podía apreciar la calidez de las yemas de sus dedos surcando mis cabellos que a su vez, eran como los suyos... de un color negro azabache. Imaginando cómo sería el poder sentir los latidos de su corazón, mientras mi testa reposa sobre su pecho y él me acaricia los cabellos, hasta que cada mechón se enreda en sus cálidos dedos, sintiendo la calidez sus yemas... Acogiéndome con sus brazos, anidándome en su busto. Di un leve suspiro, que Draco interrumpió volviendo a codearme.
—¿Te has fijado? Ni Potter ni Weasley están por aquí incordiando —dijo con un toque de sospecha y a la vez rabia.
Levanté la mirada ya del todo, y busqué en la mesa de los Gryffindors.
—Es cierto... —achiqué los ojos—. Sólo está Hermione...
—Granger —aclaró Draco con descaro.
—¿Por qué llamas a la gente por su apellido? —le miré achicando los ojos y frunciendo levemente el entrecejo. De verdad me picaba la curiosidad.
—Métete en tus asuntos, Lestrange.
Me encogí de hombros, esquivando la confrontación. La cena ya había terminado, pero ni Harry ni Ron habían aparecido por allí. ¿Qué demonios había ocurrido? No me hubiera parecido tan extraño si sólo hubiera faltado uno de ellos, puesto que podría haber sido que éste curso alguno de los dos no iban a estar en Hogwarts. Pero eso de que ninguno de los dos apareciese por allí... Era demasiado extraño. Caminé hacia el baño de las chicas para aclararme la cara y cepillarme los dientes, y volví a mi sala común. Me tumbé en la cama y me quedé mirando al techo con las manos pegadas y los dedos entrelazados, sobre mi pecho.
—Por fin en casa... —dije para mí misma. Cerrré los ojos y respiré profundamente. A poco tiempo, me quedé por fin dormida. 

jueves, 12 de septiembre de 2013

Capítulo 19 - De vuelta a Hogwarts ~

1 de septiembre de 1992 


El cielo se hallaba encapotado y lluvioso. Más lluvioso que nunca. Y así continuó durante varios días, en los que sólo se escuchaba el rápido batir de los pájaros al mojarse con tan semejante temporal, y las gotas golpeando con fuerza los ventanales de la mansión. Yo seguía en mi cama, arropada a pesar de ser 1 de septiembre. Sí... 1 de septiembre de 1992. Hoy era el gran día. Regresaría a Hogwarts y todo volvería a la normalidad. Lo necesitaba, sin duda. Haber estado durante todo el verano con el idiota de mi hermano, y con la demente de su mujer, había ocasionado pequeños cambios en mi personalidad. Abrí los ojos por fin y busqué con la mirada la tenue y leve luz de la ventana. Una luz de color grisácea azulada. Me reincorporé, quedándome sentada durante unos minutos con las piernas fuera de la cama, despejándome un poco. Me levanté tambaleándome levemente. Pegué la mano en el cristal de la ventana, estaba helada. Observé el oscuro color que habían adquirido las nubes. 

El sol estaba empezando a salir, pero casi no se veía en el nublado cielo. Debían de ser las 6:30. Después de haber estado contemplando la lluvia resbalando en el cristal,

caminé hacia mi armario y escudriñé hasta encontrar el baúl, para empezar a rellenarlo. Busqué mi varita en la mesita de al lado de mi cama, y la llevé conmigo. Me quedé sentada en el suelo mientras me quedaba embobada sin saber muy bien qué hacer exactamente. Algo o alguien golpeó la puerta de mi cuarto con tanto esmero, que incluso di un salto estando sentada.
—¿Sí?... —dije girando mi cuello hacia la puerta. Ésta se abrió.
—Se-señorita Lestrange...
—Oh, Seelie eres tú... Pasa...
Seelie era una elfa delgadita y educada, con una voz dulce y simpática.
—¿Cómo se encuentra, señorita Lestrange?
—Bien, supongo... —me levanté—. Algo cansada —acaricié mi nuca.
—El amo Lestrange mandó a Seelie a preparar el baúl de la señorita Lestrange...
—Oh... Claro... —me levanté y le dejé espacio para hacer su trabajo.
—Gracias, señorita Lestrange... —caminó agazapada hasta el baúl, y lo abrió. Hizo levitar un par de cosas hasta él, introduciéndolas y doblándolas casi a la perfección. Sin una sola arruga visible—. Señorita Lestrange...
—¿Sí?
—¿Está nerviosa por volver al castillo?
—¿Al castillo? —musité en voz muy baja, casi hablando conmigo misma—. ¡Oh! A Hogwarts... Sí, por supuesto...
—Estará encantada de volver, el amo no... no... —no acabó la frase, por lo que decidí hacerlo yo por ella, al notarla tan incómoda.
—No se ha comportado como debería. 
Ella no contestó, se limitó a asentir muy levemente y continuar con su trabajo.
—¿Tiene amigos en Hogwarts la señorita Lestrange?
—Alguno que otro... —caminé hacia la ventana, y me crucé de brazos mientras ella preparaba mi equipaje. La lluvia comenzaba a detenerse, ya sólo chispeaba.
—¿Draco Malfoy es el amigo de la señorita Lestrange?
—S-sí. Uno de ellos.
—Seelie vio entrar a Draco en la mansión del amo Rodolphus... Seelie se preguntó si era amigo de la señorita Lestrange...
—Así es. Somos muy buenos amigos...
La amistad entre Draco y yo se fortaleció en gran medida durante éste verano. Y al parecer Rodolphus estaba encantado de tenerle en casa. Draco era el sobrino de Bellatrix, aunque no se parecían mucho, la verdad. Al que sí se asemejaba era a su padre. Lucius Malfoy. Un hombre alto y de cabellos largos y áureos, de tez pálida y rostro puntiagudo. Tenía unos ojos de un color grisáceo azulado que daba miedo tan sólo de verlos. Era serio, estirado, y egocéntrico como él solo. Aún recordaba la primera vez que visité a Draco...
—Draco, tienes compañía, me temo... —dijo Narcissa, la madre de Draco mientras abría la puerta de la alcoba de su hijo.
—Te dije que le dijeras a Goyle que estaba ocupado —se giró—. Oh, eres tú, Lestrange... ¿Qué haces aquí? —preguntó sin mostrar mucho interés.
—E-estaba... Bueno... intenté hacer los deberes de pociones pero no me salen... Pensé que... —Draco interrumpió.
—¿Que yo podría ayudarte?
Asentí.
—Olvídalo, tengo cosas que hacer.
Pero en aquel momento, el hombre de ojos grises entró en la habitación con un bastón de color negro. Con la empuñadura de una serpiente bañada en plata y cristales genuinos. En los ojos parecía tener una especie de diamantes de un color verde muy estimulante. Me enamoré vertiginosamente de esa pieza.


—Eh, Draco... —dijo Lucius—, Sé más amable, ¿quieres? —me miró fijamente—. Señorita... Lestrange... He oído hablar mucho sobre usted... —su gesto no fue del todo encantador. No parecía alegrarse de verme en su casa—. ¿Es cierto que se crió con muggles?
—S-sí... —asentí cabizbaja, avergonzada.
—Vaya... —chasqueó y negó suavemente—. Entonces no habrás obtenido una buena educación. Necesaria para todo mago y bruja.
—¿E-educación mágica?
Narcissa se retiró, (se me había olvidado que aún seguía ahí incluso), y Lucius pasó por el umbral de la puerta, introduciéndose en el interior de la habitación, acercándose más a nosotros.
—Educación mágica, así es. Es esencial —siseó.
—N-no sé a qué se refiere exactamente, señor...
Lucius miró a Draco.
—¿No le has explicado nada?
—Sí, papá. Los sangre-sucías, los traidores a la sangre, squibs, mestizos, muggles... Y todo lo que me enseñaste.
—Bien... Bien... —me miró por encima del hombro, con la barbilla alzada, en un gesto de superioridad.
—He... he venido para que su hijo me ayude con las pociones.
No dijo nada, miró a Draco y asintió, dándole paso a hacer algo. ¿El qué? No lo sabía... Aquel hombre era todo un misterio. Se dio la vuelta con elegancia, y la capa se arremolinó a sus espaldas. Desapareció a un paso ligero y firme.
—¿Qué ha querido decir con eso de: << Educación mágica >> ?
—Ya sabes: lo que te conté de Weasley y compañía. No son buenos para ti. Si quieres llegar a ser alguien en la vida, y quieres lograr que te respeten, mantente alejada de ellos. Son escoria —su gesto se tornó desagradable. 
Tragué saliva.
—¿Qué tiene de malo Weasley? ¿No es... pura sangre?
—Es un traidor a la sangre.
—¿Traidor a la sangre?
Draco se giró, indignado.
—¿Es que tu hermano no te ha explicado nada?
—N-no... —Bajé la cabeza—. Se dedica a darme órdenes. He estado trabajando durante todo el verano. No hemos hablado casi. Excepto para mandarme y yo obedecerle.
—Los traidores a la sangre son los que se alían con muggles o sangres sucia. Véase: los Weasley.
—¿Y qué soy yo?
—¿Tú? —preguntó extrañado.
—Sí... Yo me he criado con muggles. ¿Soy una traidora a la sangre?
—No. Lo que tú eres aún no tiene nombre. Sólo te criaste con ellos, punto.
—¿Entonces soy pura sangre?
—Eres una Lestrange, estás en Slytherin. Sí. Eres pura sangre.
—¿Sólo los pura sangre pueden entrar en Slytherin?
—No. Creo que también permiten a mestizos.
—¿Mestizos?
—Hijos de un muggle y un mago o bruja. Snape, por ejemplo.
Me atraganté con mi propia saliva, poniéndome nerviosa. Su nombre me ponía demasiado tensa... Draco me miró confuso. Apuesto a que pensaba: Qué niña más rara.
—¿Snape es mestizo?
—Sí. Y deja de preguntar cosas que no tengan que ver con los deberes. Ya te dije que tengo cosas que hacer. Saca tu pergamino, terminamos y te vas.
—Snape tiene que ver con los deberes... Es el profesor de pociones.
Draco se giró, mirándome con el entrecejo fruncido y una ceja enarcada.
—¿Me estás vacilando?
Levanté las manos, mostrando las palmas. Me senté a su lado y saqué mis cosas.
—Bueno, señorita Lestrange... Ya esta todo listo.
Aquella vocecilla me sacó de aquel recuerdo.
—Oh, gracias, Seelie, puedes retirarte.
—¿Bajará la señorita Lestrange a desayunar?
—No creo... —le dediqué una fugaz sonrisa—. No tengo mucha hambre, y no quiero marearme en el tren —desvié la mirada hacia la ventana. El sol había salido y las nubes habían adquirido un color amarillo suave—. No tardaré mucho en ir a la estación...


—Buen viaje, señorita Lestrange. Seelie está deseando volver a verla en la mansión del amo Rodolphus... —se alejó cabizbaja con las manos juntas, asintiendo obediente. Cerró la puerta mientras yo le deseaba suerte y me despedía de ella. Bajé al salón después de terminar por fin la limpieza del cuarto. Allí estaba Rodolphus, y por supuesto, Bellatrix. Sentados en la mesa del salón-comedor, callados. ¿No tenían nada que decir? Me acerqué y musité un: Buenos dias que nadie contestó.
—¿Has limpiado ya tu cuarto?
—Sí, hermanito.
Golpeó la mesa con el dorsal del puño. Hizo vibrar unos cuantos tenedores y cuchillos.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no me llames hermanito?
Bellatrix rió cual arpía.
—Lo... lo lamento —tomé asiento.
—No, no. No te sientes. Levanta el trasero, coge tu baúl y sal. Lucius te espera fuera junto a Draco.
—¿No me llevas tú? —inquirí.
Rodolphus me miro serio, y Bellatrix soltó una risa nasal.
—No. Tengo asuntos de los que ocuparme.
Cómo me sonaba esa frase...
—De acuerdo. ¿No supondrá una molestia?
—Querida... Tú siempre eres una molestia.
Bellatrix carcajeó, abriendo la boca cual hipopótamo. Pude verle incluso la campanilla. La miré con desdén. Asentí, agarré mi baúl, y salí hacia el porche. Allí estaba Draco junto a su padre, en el interior de una limusina de color negro. El chófer abrió la puerta y entré. Éste cogió el baúl y lo introdujo en el maletero.
—¿Vamos en transporte muggle? —indagué.
—¿Qué esperabas? —contestó Draco—, ¿volar en escoba hasta King's Cross?
—No... —me recorrió un escalofrío al pensar en las dichosas alturas...— Nada de escobas... —cerré la puerta del auto—.
—Nos vamos —dijo Lucius, con una voz seria y firme, como de costumbre. El coche arrancó.
—¿Terminaste por fin los deberes de pociones? —preguntó Draco.
—Sí, claro. Por supuesto.
—¿Qué suspendiste exactamente?
—Vuelo y pociones.
Pude ver de soslayo, como Lucius arqueaba una ceja sin despegar la vista al frente.
—Minucias... A mí no me quedó ninguna —dijo orgulloso Draco, estirando el cuello y elevando la barbilla.
—Pociones es difícil.
—O tú eres muy lerda.
—No soy lerda —le contradije, molesta.
—Sí lo eres —bromeó Draco, para picarme, dándole un toque musical.
—Ya basta de sandeces —decretó Lucius alzando la voz—. Hemos llegado, bajad en silencio y sin armar escándalo.
Hicimos lo que ordenó y nos colocamos en la acera de la entrada a la estación.
—¿Tú ya tienes los libros de segundo año? —preguntó Draco.
—Sí.
—Entonces supongo que ya sabrás quién es nuestro profesor de Defensa Contra Las Artes Oscuras...
—No... No fui yo a por los materiales. ¿Quién es?
—Gilderoy Lockhart. ¿No le conoces?
—No... —Me sentí avergonzada. No tenía nunca ni idea de nada. Parecía una ignorante.
—Ah claro... Que tú te criaste con muggles... Olvídalo entonces.
Lucius se acercó con elegancia, bastón en mano y la cabeza erguida. El chófer trajo consigo los baúles. Draco y yo agarramos nuestros respectivos equipajes y caminamos hacia el andén.
—Vamos, Draco, apresúrate —dijo Lucius.
—Sí, papá —aumentó el ritmo, y yo hice lo mismo.
Medianoche, mi lechuza, empezó a ulular como una desesperada. Lucius me miró con los labios fruncidos y la ceja arqueada, parecía molesto.
—Hazla callar.
—Pero... pero yo no tengo la culpa...


No dijo nada, se giró acelerando aún más el paso. Al fin llegamos, después de haber traspasado la pared. Lucius se despidió de su hijo de una forma no muy cariñosa, y ambos subimos el tren con destino: Hogwarts. 

jueves, 8 de agosto de 2013

Capítulo 18 - Madame Lestrange y esposo ~

25 de julio de 1992 # Mansión Lestrange.


Bienvenida a su nuevo hogar, señorita Lestrange. —Sonrió el chófer, con las maletas aún en la mano—. Sígame por aquí, le llevaré a sus aposentos... —Éste empezó a subir las escaleras hacia el salón-comedor.

¿Ellos... Ellos están ahora aquí? —Miré al Chófer algo atemorizada.

Probablemente estén ya acostados. Es algo tarde.

Oh. Por supuesto... —Miraba nerviosa de un lado a otro, al pasar por el vestíbulo, topé con una criatura extraña. Era un ser pequeño, arrugado, con las orejas largas y enormes. Una nariz puntiaguda, y unos ojos grandes. Lampiño, pero con un poco de pelo en el pecho. Tras una puerta, aparecieron dos más, con unas bandejas a rebosar de platos sucios—. ¿Qué son?...

¿El qué, señorita Lestrange? —Se detuvo, y se giró—. Oh... se llaman elfos. Criaturas mágicas. Sirven a sus amos incluso en contra de su propia voluntad. No tienen opción. La mayoría de ellos no soportan la idea de ser liberados.

¿Sirven a mi hermano? —Achiqué los ojos, y miré hacia el chófer.

Y a Madame Lestrange, sí. —Prosiguió con el camino, pero en cuanto pasamos el salón, las puertas de éste, se abrieron de par en par. El chófer se detuvo con las maletas en la mano.

Laurent... Al parecer tus pareceres han cambiado. Sí. Estamos despiertos. —Aquella voz que se oía tras la puerta... cuando aún ni siquiera había podido yo levantar la mirada, era una voz ronca, desgastada, pero no muy grave. La luz de la lámpara se derramaba sobre una figura de cabellos ensortijados y desordenados que se acercaba a la puerta.

¿Susan no es así? —Dijo por fin una voz femenina con un tono de desprecio y sarna. Una voz que ya se dejaba ver tras el umbral de la puerta. Llevaba consigo una extraña varita, con la que curiosamente, apuntaba a su propia cabeza en todo momento. Tenía un color de piel pálido, y ojeras. https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFxZ4EFdJ8EdtswcBYae4FibQbUH0B9AcHF8rGPAbI5SWbYIXV3SlVTRerEOCwQVAdYCkEgPy2ni0ovPduTZwVdrsphcCz15DmzHz93ZduTivTd3homgzZM5tjX5Am2Sq0pwTE9p_OBs3s/s320/bellatrix-lestrange-gif-evilgrin.gif



S... sí... —Pronuncié con un poco de miedo incluso.

Así que tú eres la cría a la que nos toca cuidar y educar durante todos los veranos de... ¡NUESTRA VIDA! —Abrí los ojos de par en par, mientras ésta estaba sulfurada, y su pecho se inflaba y desinflaba como si le estuviese dando un ataque. Una mano masculina se posó en su hombro, y con una tenue luz color crema tirando a naranja, y quizás un poco amarilla, dejó por fin aparecer su rostro.  http://31.media.tumblr.com/tumblr_lqrknxJTOQ1qig4rjo1_500.gif



Hola... Hermanita... http://24.media.tumblr.com/22adc8e17e316b032be3a6593e5dae1f/tumblr_mq871cGmSr1sv1kodo8_250.gif —La primera impresión que me llevé de aquella sonrisa malévola e insidiosa que acababa de mostrar mi hermano, no fue para nada satisfactoria. Un escalofrío recorrió entonces toda mi piel.

Ho... hola... —Sentí cómo el corazón se me encogía y casi podía caber en mi puño. Y eso que mis manos eran considerablemente menudas...

Vaya, vaya, vaya... Un Lestrange tímido... —Chasqueó la lengua— Qué... inusual... —Dijo Rodolphus— Tienes mucha suerte de seguir con vida... Nuestro padre y nuestra madre dieron todo por mantenerte alejada. Y mírate... pisando de nuevo el suelo de su casa... Es todo un desconcierto.

Señor Lestrange. —Importunó Laurent— Es tarde y... tengo otro cliente esperando. ¿Le importaría que subiese ya las maletas de la señorita a su alcoba?

Por supuesto que no... Puedes dejarlas aquí. Los elfos se encargarán de llevarlas a su habitación... —Rodolphus no despegó su vista de mis ojos, ambos parecían haber conectado. ¿Quizá estaba viendo la mirada de mi padre en ellos, tal y como aquel chófer dijo anteriormente en el coche?... Lo que sí estaba claro, era que aquel conductor a sueldo, había abierto la boca para zanjar la discusión que se habría avecinado de no ser por su intervención.

De acuerdo, señor... —Laurent dejó las maletas descansando en el suelo, mientras Rodolphus chasqueaba los dedos, y aparecían dos de aquellos seres que había visto antes pululando por la casa. La mujer de cabellos negros y rizados, no me quitó la vista de encima. Mantuvo la barbilla alzada y la ceja arqueada, mirándome con superioridad e incluso parecía que algo de envidia.



Un placer haber empleado tus servicios, Laurent... —Comentó Rodolphus.

Sí. Es un placer puesto que la chica ¡no volverá a disfrutar de tan desmesurada atención y respeto! —Interpuso la mujer. Que echó a reír mostrando sus dientes podridos. http://images5.fanpop.com/image/photos/31300000/GIF-bellatrix-lestrange-31336899-500-208.gif Un repugnante panorama... Reprimí una arcada.

Moderate, Bellatrix... No adelantes acontecimientos...http://24.media.tumblr.com/830c93e8f3e44d56556c64add10914b9/tumblr_mlkhsvdQG41rd4ywko3_250.gif —El semblante de mi hermano, se tornó serio. 

Claro. —Dijo con sarcasmo Bellatrix. Mientras rodaba los ojos hacia atrás, se dio la vuelta y caminó ladeándose de un lado a otro, como si estuviese borracha, hasta subir unas escaleras que conducían al piso de arriba.

Pasa... —Comentó Rodolphus mientras estiraba su brazo, llevándolo hasta el interior de la sala, conduciéndome hasta allí— Tenemos cosas de las que hablar. Tienes unas normas que cumplir, un apellido que respetar y que jamás debes mancillar.

Señor Lestrange. Si no es indiscreción... —Interrumpió Laurent—.La joven Susan estará muy cansada. Es tarde y el viaje ha sido largo. Como usted bien sabrá...

Sí es indiscreción, Laurent. —Comentó Rodolphus serio y un tanto cabreado— La... 'joven Lestrange', como tú bien la apodas, estará encantada de escuchar las palabras de su hermano. ¿Verdad, querida? —Me miró.

Yo... —Y en seguida interrumpió Laurent.

Insisto... Antes en el coche, mencionó lo cansada que estaba. Incluso se quedó dormida. —Mintió el chófer.

¿Desde cuando desobedeces mis órdenes? Creo haberte dicho que podías retirarte ya... http://31.media.tumblr.com/a221cc95468fb8542798fe4bd8889c30/tumblr_mqqgesqLvq1qekpsbo2_500.gif Y... curiosamente no lo has hecho aún. ¿Por qué sigues aquí, Laurent?... —Dijo con cansancio Rodolphus.

Mis disculpas, señor... Yo ya me iba. —Bajó la cabeza en símbolo de respeto, y antes de dar media vuelta, me miró— Un placer haber tenido el privilegio de conocerla, señorita Lestrange. —Me dedicó una fugaz sonrisa, y bajó las escaleras que hacia poco ambos habíamos subido. Desvié la mirada hacia mi hermano, aunque poco duró aquello. En seguida me sentí intimidada por su mirada.

Puedes marchar a tu habitación. Yo también estoy cansado. http://24.media.tumblr.com/tumblr_lyy7phRaLI1qdi8v7o1_500.gif Pero no creas que te has librado. Es por tu culpa por lo que estoy tan extenuado. Si no tuviera que haberte esperado aquí hasta quién sabe qué hora, no estaría ahora tan exhausto. Ahora vete a tu habitación. Volvió a chasquear, y apareció un elfo—. Acompáñala a su habitación. No vaya a ser que se pierda. Tengo entendido que su casa era tan pequeña como nuestra cocina... Incluso menos... —Se giró con desprecio, y subió también hasta su habitación.
El elfo estiró de mi camisa unas tres veces.

Camine... —Dijo con una voz ronca y áspera—. El amo Lestrange ordenó a Fëfalas llevar a la señorita Lestrange hasta su habitación... Y eso será lo que Fëfalas hará... Fëfalas siempre cumple las órdenes de su amo y señor... —El elfo gruñó durante todo el camino, hasta que por fin llegamos a mi dormitorio—. Pase... —Se quedó mirándome, y al ver que yo no me movía, por temor o por vergüenza, volvió a repetir lo mismo, gritando con fuerza y mal humor—. ¡PASE! —El elfo me miró con odio y apretó los dientes, levantando el labio. Yo en seguida me introduje en mi habitación, sin protestar. Al entrar, éste cerró la puerta y escuché cómo el pestillo se accionaba. Me quedé mirando la puerta, de espaldas a la habitación, y escuché dos vocecillas muy agudas y un tanto enronquecidas.

¡Estira de ese lado! —Dijo la elfa mayor, mientras estiraba las puntas de la sábana de mi lecho.

Sí, sí, sí. —Continuó rápidamente la elfa joven, obedeciendo a su compañera con rapidez.

Disculpad... —Musité, un tanto nerviosa. Las dos elfas se giraron, y me miraron.

¡Te dije que te dieras prisa! —Protestó la más anciana. La pequeña bajó la mirada avergonzada.

Tran... Tranquilas... Está bien. Voy a acostarme ahora así que... —Apreté los labios—. No hace falta que la arregléis...

¡El amo ordenó arreglar su alcoba! ¡Y las órdenes del amo se obedecen sin protestar!

Pero ahora yo también seré vuestra propietaria... Y... Mando que dejéis la cama tal y como está y os vayáis a descansar. —La elfa adulta gruñó y se retiró de allí con malhumor, seguida de la otra elfa. Cerraron la puerta, y por fin me dejaron sola. Me senté en la cama con cuidado, y suspiré. Abrí la maleta y rebusqué en el bolsillo pequeño mi diario, lo saqué y comencé a escribir en un pequeño escritorio que había al lado de mi cama.

Querido diario, he llegado a casa. Bueno, a la mansión... Ahora resulta que no les gusta que confundan 'casa' con 'mansión' ya me dirás tú qué diferencia hay... Sigue siendo una casa, ¿no? Un lugar donde vivir... El primer encuentro ha sido horrible... Ya conozco a mi hermano y a su esposa, y menudos son... Ambos parecen estar sacados de un manicomio. No me gusta nada la idea de pasar aquí todo el verano. ¡No! Mejor dicho: todos los veranos hasta que cumpla los 17.

La esposa de mi hermano es una mujer extraña, siniestra... Y por si fuera poco, tiene un aliento espantoso. Apuesto que sus dientes son más negros que su alma. Y mi hermano tiene una sonrisa que espanta solo de verla. En definitiva, que Snape tenía razón, y éstas serán las peores vacaciones de mi vida... Tendré que entretenerme estudiando pociones... Espera. ¿Estudiando pociones?... Qué tedioso verano me espera... —Cerré el diario, y lo coloqué bajo la almohada. Me tumbé de lado, e intenté dormir. 




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