1 de septiembre de 1992
El
cielo se hallaba encapotado y lluvioso. Más lluvioso que nunca. Y
así continuó durante varios días, en los que sólo se escuchaba el
rápido batir de los pájaros al mojarse con tan semejante temporal,
y las gotas golpeando con fuerza los ventanales de la mansión. Yo
seguía en mi cama, arropada a pesar de ser 1 de septiembre. Sí...
1 de septiembre de 1992. Hoy era el gran día. Regresaría a
Hogwarts y todo volvería a la normalidad. Lo necesitaba, sin duda.
Haber estado durante todo el verano con el idiota de mi hermano, y
con la demente de su mujer, había ocasionado pequeños cambios en mi
personalidad. Abrí los ojos por fin y busqué con la mirada la tenue
y leve luz de la ventana. Una luz de color grisácea azulada. Me
reincorporé, quedándome sentada durante unos minutos con las
piernas fuera de la cama, despejándome un poco. Me levanté
tambaleándome levemente. Pegué la mano en el cristal de la ventana,
estaba helada. Observé el oscuro color que habían adquirido las
nubes.
El sol estaba empezando a salir, pero casi no se veía en el nublado cielo. Debían de ser las 6:30.
Después de haber estado contemplando la lluvia resbalando en el
cristal,
caminé hacia mi armario y escudriñé hasta encontrar el baúl, para empezar a
rellenarlo. Busqué mi varita en la mesita de al lado de mi cama, y
la llevé conmigo. Me quedé sentada en el suelo mientras me
quedaba embobada sin saber muy bien qué hacer exactamente. Algo o
alguien golpeó la puerta de mi cuarto con tanto esmero, que incluso
di un salto estando sentada.
—¿Sí?...
—dije girando mi cuello hacia la puerta. Ésta se abrió.
—Se-señorita
Lestrange...
—Oh,
Seelie
eres tú... Pasa...
Seelie era una elfa delgadita y educada, con una voz dulce y simpática.
—¿Cómo
se encuentra, señorita Lestrange?
—Bien,
supongo... —me levanté—. Algo cansada —acaricié mi nuca.
—El
amo Lestrange mandó a Seelie a preparar el baúl de la señorita
Lestrange...
—Oh...
Claro... —me levanté y le dejé espacio para hacer su trabajo.
—Gracias,
señorita Lestrange... —caminó agazapada hasta el baúl, y lo
abrió. Hizo levitar un par de cosas hasta él, introduciéndolas y
doblándolas casi a la perfección. Sin una sola arruga visible—.
Señorita Lestrange...
—¿Sí?
—¿Está
nerviosa por volver al castillo?
—¿Al
castillo? —musité en voz muy baja, casi hablando conmigo misma—.
¡Oh! A Hogwarts... Sí, por supuesto...
—Estará
encantada de volver, el amo no... no... —no acabó la frase, por
lo que decidí hacerlo yo por ella, al notarla tan incómoda.
—No
se ha comportado como debería.
Ella
no contestó, se limitó a asentir muy levemente y continuar con su
trabajo.
—¿Tiene
amigos en Hogwarts la señorita Lestrange?
—Alguno
que otro... —caminé hacia la ventana, y me crucé de brazos mientras ella preparaba mi equipaje. La
lluvia comenzaba a detenerse, ya sólo chispeaba.
—¿Draco
Malfoy es el amigo de la señorita Lestrange?
—S-sí.
Uno de ellos.
—Seelie
vio entrar a Draco en la mansión del amo Rodolphus... Seelie se
preguntó si era amigo de la señorita Lestrange...
—Así
es. Somos muy buenos amigos...
La
amistad entre Draco y yo se fortaleció en gran medida durante éste
verano. Y al parecer Rodolphus estaba encantado de tenerle en casa.
Draco era el sobrino de Bellatrix, aunque no se parecían mucho, la
verdad. Al que sí se asemejaba era a su padre. Lucius Malfoy. Un
hombre alto y de cabellos largos y áureos, de tez pálida y rostro
puntiagudo. Tenía unos ojos de un color grisáceo azulado que daba
miedo tan sólo de verlos. Era serio, estirado, y egocéntrico como él
solo. Aún recordaba la primera vez que visité a Draco...
—Draco,
tienes compañía, me temo... —dijo Narcissa, la madre de Draco
mientras abría la puerta de la alcoba de su hijo.
—Te
dije que le dijeras a Goyle que estaba ocupado —se giró—. Oh,
eres tú, Lestrange... ¿Qué haces aquí? —preguntó sin mostrar
mucho interés.
—E-estaba...
Bueno... intenté hacer los deberes de pociones pero no me salen... Pensé que... —Draco interrumpió.
—¿Que
yo podría ayudarte?
Asentí.
—Olvídalo,
tengo cosas que hacer.
Pero
en aquel momento, el hombre de ojos grises entró en la habitación
con un bastón de color negro. Con la empuñadura de una serpiente
bañada en plata y cristales genuinos. En los ojos parecía tener una
especie de diamantes de un color verde muy estimulante. Me enamoré vertiginosamente de esa pieza.
—Eh,
Draco... —dijo Lucius—, Sé más amable, ¿quieres? —me miró fijamente—.
Señorita... Lestrange... He oído hablar mucho sobre usted... —su
gesto no fue del todo encantador. No parecía alegrarse de verme en
su casa—. ¿Es cierto que se crió con muggles?
—S-sí...
—asentí cabizbaja, avergonzada.
—Vaya...
—chasqueó y negó suavemente—. Entonces no habrás obtenido una buena educación.
Necesaria para todo mago y bruja.
—¿E-educación
mágica?
Narcissa
se retiró, (se me había olvidado que aún seguía ahí incluso), y Lucius pasó por el umbral de la puerta,
introduciéndose en el interior de la habitación, acercándose más
a nosotros.
—Educación
mágica, así es. Es esencial —siseó.
—N-no
sé a qué se refiere exactamente, señor...
Lucius
miró a Draco.
—¿No
le has explicado nada?
—Sí,
papá. Los sangre-sucías, los traidores a la sangre, squibs,
mestizos, muggles... Y todo lo que me enseñaste.
—Bien...
Bien... —me miró por encima del hombro, con la barbilla alzada, en
un gesto de superioridad.
—He...
he venido para que su hijo me ayude con las pociones.
No
dijo nada, miró a Draco y asintió, dándole paso a hacer algo. ¿El
qué? No lo sabía... Aquel hombre era todo un misterio. Se dio la
vuelta con elegancia, y la capa se arremolinó a sus espaldas.
Desapareció a un paso ligero y firme.
—¿Qué
ha querido decir con eso de: << Educación mágica >> ?
—Ya
sabes: lo que te conté de Weasley y compañía. No son buenos para
ti. Si quieres llegar a ser alguien en la vida, y quieres lograr que
te respeten, mantente alejada de ellos. Son escoria —su gesto se tornó desagradable.
Tragué
saliva.
—¿Qué
tiene de malo Weasley? ¿No es... pura sangre?
—Es
un traidor a la sangre.
—¿Traidor
a la sangre?
Draco
se giró, indignado.
—¿Es
que tu hermano no te ha explicado nada?
—N-no...
—Bajé la cabeza—. Se dedica a darme órdenes. He estado trabajando durante todo el verano. No hemos hablado casi. Excepto para mandarme y yo obedecerle.
—Los
traidores a la sangre son los que se alían con muggles o sangres
sucia. Véase: los Weasley.
—¿Y
qué soy yo?
—¿Tú?
—preguntó extrañado.
—Sí...
Yo me he criado con muggles. ¿Soy una traidora a la sangre?
—No.
Lo que tú eres aún no tiene nombre. Sólo te criaste con ellos,
punto.
—¿Entonces
soy pura sangre?
—Eres
una Lestrange, estás en Slytherin. Sí. Eres pura sangre.
—¿Sólo
los pura sangre pueden entrar en Slytherin?
—No.
Creo que también permiten a mestizos.
—¿Mestizos?
—Hijos
de un muggle y un mago o bruja. Snape, por ejemplo.
Me
atraganté con mi propia saliva, poniéndome nerviosa. Su nombre me ponía demasiado tensa... Draco me miró
confuso. Apuesto a que pensaba: Qué
niña más rara.
—¿Snape
es mestizo?
—Sí.
Y deja de preguntar cosas que no tengan que ver con los deberes. Ya
te dije que tengo cosas que hacer. Saca tu pergamino, terminamos y te
vas.
—Snape
tiene que ver con los deberes... Es el profesor de pociones.
Draco
se giró, mirándome con el entrecejo fruncido y una ceja enarcada.
—¿Me
estás vacilando?
Levanté
las manos, mostrando las palmas. Me senté a su lado y saqué mis
cosas.
—Bueno,
señorita Lestrange... Ya esta todo listo.
Aquella
vocecilla me sacó de aquel recuerdo.
—Oh,
gracias, Seelie, puedes retirarte.
—¿Bajará
la señorita Lestrange a desayunar?
—No
creo... —le dediqué una fugaz sonrisa—. No tengo mucha hambre, y
no quiero marearme en el tren —desvié la mirada hacia la ventana.
El sol había salido y las nubes habían adquirido un color amarillo
suave—. No tardaré mucho en ir a la estación...
—Buen
viaje, señorita Lestrange. Seelie está deseando volver a verla en
la mansión del amo Rodolphus... —se alejó cabizbaja con las manos
juntas, asintiendo obediente. Cerró la puerta mientras yo le deseaba
suerte y me despedía de ella. Bajé al salón después de terminar
por fin la limpieza
del
cuarto. Allí estaba Rodolphus, y por supuesto, Bellatrix. Sentados
en la mesa del salón-comedor, callados. ¿No
tenían nada que decir? Me
acerqué y musité un: Buenos
dias
que nadie contestó.
—¿Has
limpiado ya tu cuarto?
—Sí,
hermanito.
Golpeó
la mesa con el dorsal del puño. Hizo vibrar unos cuantos tenedores y cuchillos.
—¿Cuántas
veces tengo que decirte que no me llames hermanito?
Bellatrix
rió cual arpía.
—Lo...
lo lamento —tomé asiento.
—No,
no. No te sientes. Levanta el trasero, coge tu baúl y sal. Lucius te
espera fuera junto a Draco.
—¿No
me llevas tú? —inquirí.
Rodolphus
me miro serio, y Bellatrix soltó una risa nasal.
—No.
Tengo asuntos de los que ocuparme.
Cómo
me sonaba esa frase...
—De
acuerdo. ¿No supondrá una molestia?
—Querida...
Tú siempre eres una molestia.
Bellatrix
carcajeó, abriendo la boca cual hipopótamo. Pude verle incluso la
campanilla. La miré con desdén. Asentí, agarré mi baúl, y salí
hacia el porche. Allí estaba Draco junto a su padre, en el interior
de una limusina de color negro. El chófer abrió la puerta y entré.
Éste cogió el baúl y lo introdujo en el maletero.
—¿Vamos
en transporte muggle? —indagué.
—¿Qué
esperabas? —contestó Draco—, ¿volar en escoba hasta King's
Cross?
—No... —me recorrió un escalofrío al pensar en las dichosas alturas...— Nada de escobas... —cerré la puerta del auto—.
—Nos
vamos —dijo Lucius, con una voz seria y firme, como de costumbre.
El coche arrancó.
—¿Terminaste
por fin los deberes de pociones? —preguntó Draco.
—Sí,
claro. Por supuesto.
—¿Qué
suspendiste exactamente?
—Vuelo
y pociones.
Pude
ver de soslayo, como Lucius arqueaba una ceja sin despegar la vista
al frente.
—Minucias...
A mí no me quedó ninguna —dijo orgulloso Draco, estirando el
cuello y elevando la barbilla.
—Pociones
es difícil.
—O
tú eres muy lerda.
—No
soy lerda —le contradije, molesta.
—Sí
lo eres —bromeó Draco, para picarme, dándole un toque musical.
—Ya
basta de sandeces —decretó Lucius alzando la voz—. Hemos
llegado, bajad en silencio y sin armar escándalo.
Hicimos
lo que ordenó y nos colocamos en la acera de la entrada a la
estación.
—¿Tú
ya tienes los libros de segundo año? —preguntó Draco.
—Sí.
—Entonces
supongo que ya sabrás quién es nuestro profesor de Defensa Contra
Las Artes Oscuras...
—No...
No fui yo a por los materiales. ¿Quién es?
—Gilderoy
Lockhart. ¿No le conoces?
—No...
—Me sentí avergonzada. No tenía nunca ni idea de nada. Parecía
una ignorante.
—Ah
claro... Que tú te criaste con muggles... Olvídalo entonces.
Lucius
se acercó con elegancia, bastón en mano y la cabeza erguida. El
chófer trajo consigo los baúles. Draco y yo agarramos nuestros
respectivos equipajes y caminamos hacia el andén.
—Vamos,
Draco, apresúrate —dijo Lucius.
—Sí,
papá —aumentó el ritmo, y yo hice lo mismo.
Medianoche,
mi lechuza, empezó a ulular como una desesperada. Lucius me miró
con los labios fruncidos y la ceja arqueada, parecía molesto.
—Hazla
callar.
—Pero...
pero yo no tengo la culpa...
No
dijo nada, se giró acelerando aún más el paso. Al fin llegamos,
después de haber traspasado la pared. Lucius se despidió de su hijo
de una forma no muy cariñosa, y ambos subimos el tren con destino:
Hogwarts.
Muy bueno el capitulo, extrañada Susan's diaries :)
ResponderEliminarHace mucho tiempo he querido leerlo, pero o no tenía tiempo, o se me olvidaba u.u.
P.D: Ahora me leo Un Carmesí Atardecer :3
¡Jajaajaja! Muchas gracias, Neville!
EliminarDe acuerdo, ya me dirás qué te parece el otro ^___^
Tengo curiosidad por ver los cambios producidos en la personalidad de Susanita owo
ResponderEliminarUgh, nunca me ha gustado que Draco insulte a la gente llamándoles sangre sucia o traidores a la sangra, si él fuese un muggle fijo que sería de los típicos niños pijos y mimados 8DU
Aww, Seelie es amor >w<
Quiero ver las reacciones de Susanita cuando vea lo majareta que está el profe de DCAO. ¿Usará Susan el ataque 'ojitos tiernos' con Snape? Es un movimiento de los Pokémon tipo Hada owo
Lucius es la amabilidad en persona -nótese el sarcasmo-
No sabía que escribías otra historia, si tengo tiempo la leo owo
pD: ¿Tienes cuenta en pottermore?
Un saludo y sigue avisándome de los capítulos owo
1: Los cambios no serán muy grandes, puesto que sólo lleva a penas meses en la Mansión.
ResponderEliminarLos verdaderos cambios se verán en 4º o 3er curso, creo.
2: Sí, tienes toda la razón con lo de Draco JAJAJA.
3: Sí ^___^ Quise introducir a una elfa simpática :3
4: Yo tengo unas ganas ya de escribir un capítulo sobre Lockhart, que no veas... xDDDD
5: Susan no se atreve casi ni a mirarle fijamente mientras él lo haga, así que... Lo dudo xDDD.
6: Sí... No sé si me pasé o lo hice bien con Lucius... ¿Tú qué opinas?
7: Es sobre Crepúsculo, pero igual te la recomiendo. Hay gente a la que no le gusta esa saga, y en cambio mi blog, sí. Ole mi ego xDDD.
8: Sí, pero no la utilizo casi. Llevo ya 5 calderos reventados.
9: Por supuesto :3
10: Es curioso que siempre que comentas tú, te lo describa así, ¿eh? Osea, que te lo conteste JAJAJAA.
SALUDOS.