Capítulo 13 - Recuerdos, sospechas y su aroma~

23 de mayo de 1992 # Terrenos del castillo 

-Cuenta la leyenda, que hace poco más de 600 años, nació un hombre malvado, un hombre vil y malicioso... Un hombre que acabó con aldeas y poblados... El mal siempre permanecía en su negro corazón... Algunos incluso decían que carecía de dicho órgano... Al ser asesinado, aquel hombre, quiso seguir engendrando el mal... Así que hizo un pacto con el diablo, pero la única forma de seguir preservando aquella maldición, era bebiendo sangre humana. Se dice que aún después de tanto tiempo, sigue acechando la aldea, en busca de más adeptos, de más discípulos que lo acompañen en esa sangrienta misión. Apoderarse del mundo. No necesitaba pretextos para asesinar, disfrutaba desgarrando cuellos. Se conoce que este hombre, ha estado siempre obsesionado por perpetuar su especie. Para ello, necesitaba escoger a las mujeres más hermosas del poblado. Una de ellas, la hermana del obispo San Pedro, Marishka. Continuó insatisfecho, decidió buscar una más... se adentró al este, en las más lejanas montañas de Rumanía. Ahí dio con su segunda esposa; Aleera. Pasaron los meses, y aquella criatura deseaba más y más...

 Era tan ambicioso como despiadado... No se sabe dónde encontró a su otra esposa, pero se dice que es una de las más amadas por él, su nombre es Verona. Su verdadera y única esposa. Aleera y Marishka, le servían únicamente para continuar prologando la creación de su especie. Así que tomaron el papel de sus amantes. 

-¿Cómo se llamaba ese hombre, mami? 

-Su nombre era Vladislaus Draculia. También conocido como... Drácula. 

-¿El hombre malvado del castillo de la montaña? -Alcé la vista, despegando la mirada del libro.- 

-Así es, Susan... Por eso nunca debes ir ahí... Mientras estés conmigo, yo te protegeré. Aquí no puede pasarte nada, pequeña flor. 

-Cuéntame más sobre ese hombre, mami. -Sonreí, una sonrisa dulce, inocente.- 

-Como iba diciendo... Aquel ser, vivía en uno de los castillos más grandes, en una de las montañas más altas de nuestro poblado. Y para ello, necesitaba alcanzar grandes medidas, no le agradaba la idea de perder el tiempo escalando hasta su morada, así que, una vez más, añadió más peticiones al pacto. Y el diablo le dio alas... 

-Negué varias veces, apretando los ojos, y en aquel momento, desperté de aquel recuerdo. La voz de mi "madre" seguía sumergida en mi cabeza. Y aquella historia, que aún lograba que mi piel se erizara como nunca antes... Miré hacia el cielo y suspiré. Quedaba poco para verla de nuevo... Medio mes más, y por fin sería junio... El curso en Hogwarts terminaría, y podría volver a Transilvania hasta septiembre. Me levanté lentamente del banco de roca colocado justo debajo de la sombra de un gran árbol, y me puse a caminar. Mientras me dirigía al vestíbulo, una larga y gran capa negra, se dejó ver tras una de las esquinas cercanas al despacho de Dumbledore. 

En aquel instante, y sin tener que asomarme, una brisa, un hálito familiar, hizo que mi piel de nuevo se erizase. 
Aquel olor a mazmorras, a humedad, a mezcla de ingredientes, con una cierta calidez en aquel céfiro... La calidad de su piel... Era él. Snape. Se detuvo frente a una gran estatua, y susurró unas palabras, las cuales casi no pude escuchar. Entonces, aquella escultura, giró sobre sí misma, convirtiéndose en una escalera. Achiqué los ojos, y rápidamente, en cuanto su capa se arremolinó a su espalda, perdiéndole de vista, corrí hacia aquella talla. Colocándome frente a ella, contemplándola.- 

-¡Oh, no!... -Maldije no poder escuchar. Apreté los ojos, y los puños. Intentando pensar algo.- ¿Qué puedo hacer?... ¡¿Qué puedo hacer?! ¿No hay ningún hechizo para escuchar tras las paredes?... -Exprimí mi cerebro intentando recordar las palabras de Flitwick. Aquella voz tan aguda... Resonaba ahora en mi cabeza.- 

-Y... también existe, un hechizo utilizado, para aumentar el poder del oído. Conocido como Auris Magna. Es un hechizo sencillo que también sirve  para escuchar a través de muros y paredes.  

-¡Ya lo tengo! -Saqué rápidamente mi varita, y apunté hacia la pared, cerrando los ojos.- Auris Magna. -Susurré. Esperé unos segundos, abrí los ojos, y miré de un lado a otro. ¿Funcionaría?... Achiqué levemente los ojos, el hechizo no había surtido efecto...- 

-Severus. -Una voz, se oyó tras aquella escultura, tan a la perfección, que casi parecía estar detrás mía. Y por si acaso, lo comprobé. Era la voz del director. Sin duda, hablaba con Snape...- 

-Señor... 

-Querías verme, Severus. Estaba... Apreciando la belleza de los fénix... 

-Venía a hablarle sobre Quirrell. Sé que está intentando algo. 

-¿Algo? -Dijo Dumbledore con un tono sorprendido y un tanto burlón.- ¿A qué te refieres exactamente, Severus? 

-Hace un par de meses, le sorprendí en uno de sus intentos por conseguir lo que usted ya sabe. Por no hablar del intento de manipular la escoba de Potter en el primer partido del curso. Y... cabe mencionar también las innumerables veces que le he descubierto hablando... "solo". 

-Vamos, Severus. Todos hablamos solos alguna vez... ¿Quieres un caramelo de limón? 

-¿Hablando solo acatando órdenes? ¿hablando solo atemorizado?... 

-¿Escuchaste otra voz hablando con él, Severus? dime. 

-No, señor... Al menos no escuché bien... Solo le digo que sus intenciones no son benévolas. 

-¿Sospechas que Quirinus quiere hacerse con la piedra? ¿es eso lo que intentas decirme, Severus?... -Dijo Dumbledore, en un tono calmado.- 

-Es demasiado pronto para consolidar dicha información, director. No obstante... -En aquel momento, una voz detrás mía, Snape se giró hacia el sonido, perturbado. Aquella voz gritando mi nombre, hizo que mi corazón se encogiese y taladrase mi pecho cual broca.- 

-¡Lestrange! -Dijo el prefecto de Gryffindor.- ¿Qué hace aquí? 

-Esto... -Miré de nuevo hacia aquella estatua, y me giré hacia el prefecto.- Yo... -Escuché como la escalera volvía a aparecer, y quise correr, y así lo hice, me precipité a empujar al Gryffindor y echar a correr lejos de allí. Sabía que él se chivaría, pero yo necesitaba quedarme tranquila. Troté rápidamente sin sentido, sin rumbo fijo, solo necesitaba alejarme y desaparecer cuanto antes de allí. Si Snape me descubría... Finalmente, me encerré en el lavabo de las chicas. A esperar.-