11 de noviembre de 1992
(22:24)
—Vamos, no os retardéis —ordenó el prefecto de Slytherin mientras todos le seguíamos hacia nuestra sala común.
Mis mejillas estaban más encendidas que nunca. Había estado durante toda la cena mirando a Snape y él ni se había percatado hasta..., bueno, hasta que alguien de la mesa del profesorado le había informado de ello. Y desde ese momento, el enrojecimiento de mi rostro no había disminuido ni un ápice, incluso Draco se había preocupado pensando que había sido todo culpa de la cena, y claro, yo me he preguntado: «¿qué cena? Si no he cenado a penas.
En fin, cosas que seguramente acabaré escribiendo en mi diario cuando el prefecto nos acompañe hasta la sala común.
Los pasillos cada vez me parecen más cortos, estoy empezando a aprenderme el camino de memoria, espero que el año que viene no tengamos que necesitar a ningún prefecto para que nos acompañe a las salas comunes. Es horrible tener que depender de alguien para moverte por el castillo.
Estoy empezando a sentir celos de Crabbe y Goyle. Draco me ignora por culpa de esos dos, y me da aún más rabia porque son idiotas. Míralos... con esa cara de inútiles... Ugh, no los soporto, definitivamente no deberían estar en Slytherin. ¿Qué digo en Slytherin? No deberían estar en Hogwarts directamente. ¿Y si me meto entre esos dos jabalíes y entablo una conversación con Draco? Hmm... El problema es que no veo el momento...»
Apreté los labios como reuniendo el 'valor' necesario para enfrentar esa situación.
«Está bien, a ver, pensemos... Ya sé, sólo tengo que introducirme entre esos dos, pero ¿con qué excusa? Vale, ya está, en cuanto giremos esa esquina me meto de por medio y le pregunto a Draco si ha recibido alguna lechuza de su padre últimamente. ¡Maldita sea, eso es perfecto!»
La esquina cada vez estaba más cerca y yo ya estaba pensando en cómo iba a sonar mi pregunta en voz alta, imaginándome la situación con antelación. Y justo cuando mis piernas se movieron para empezar a abrirme paso entre la multitud, Draco se detuvo de golpe, chocando contra mí. Le miré extrañada y en seguida comprendí: Potter estaba justo delante de nosotros junto a Weasley y Granger, y... « ¿Qu- qué demonios...? »
La gata de Filch, la Sra. Norris colgada de una de las antorchas del castillo, más rígida que Longbottom cuando Snape pasa tras su espalda.
—¡Enemigos del heredero, temed! Seréis los siguientes, Sangre Sucia.
Mi mirada buscó rápidamente a qué se estaba refiriendo Draco con eso que acababa de decir, y repasó las paredes cercanas a la gata que yacía colgada frente a nosotros. "La cámara de los Secretos ha sido abierta, enemigos del heredero, temed." Escrito con sangre en la pared de aquel pasillo. ¿Qué estaba sucendiendo? ¿Qué era la cámara de los secretos? ¿Enemigos del heredero? ¿Qué heredero? ¿De qué? No comprendía nada y tenía muchas preguntas en mente que probablemente, nadie sabría ni querría responderme.
—¿Qué ocurre aquí? Dejadme paso, ¡apartad! —bramó Filch con aquella voz ronca, abriéndose paso entre los dos gemelos Fred y George Weasley—. Potter... ¿Qué haces tú...? —no llegó a terminar la frase, pues su rostro había ascendido hasta encontrarse con su mascota, o más bien, con el cadáver de ésta. Y la mía, siguiendo la suya, hizo lo mismo—. Sra. Norris... —se lamentó hasta recuperar la cordura—. Tú has asesinado a mi gata —le exclamó a Potter con la voz entrecortada por la ira y la impotencia.
—No... No... —tartamudeó Potter negando con insistencia y temor.
—Te mato. ¡TE MATARÉ! —la mano de Filch se encontraba ya sujetando el cuello de la camisa de Potter.
—¡Argus! —sentenció una tranquilizante y apaciguada pero intensa voz, la voz de Dumbledore, deteniendo a Filch por suerte o por desgracia para algunos—. Argus, ¿qué...? —ni el mismísimo Dumbledore comprendió lo que estaba sucediendo, o al menos eso pareció hasta que empezó a hablar, aunque mi mirada se había fijado en la aparición de Snape en el escenario—. Todo el mundo, debe irse a sus dormitorios inmediatamente. Todos, excepto vosotros tres —señaló a Potter, Weasley y Granger.
« Cómo no. Siempre lo mismo, ahora seguramente les echará la bronca como de costumbre y a los 10 minutos les dejará marchar sin ni siquiera 10 puntos menos para su casa. Quién sabe si aún encima les ofrecerá más puntos por haber terminado con los maullidos insoportables de esa gata, con los pelos que iba dejando por el castillo, o quizá también está orgulloso de que hayan pintado esa pared. Total, así tenían una excusa para darle un buen baño de pintura nueva, ¿no? »
—¡Ravenclaw, por aquí! —se escuchó al prefecto de Ravenclaw desde la otra esquina del pasillo.
De lejos podían oírse cómo los profesores (Lockhart y Dumbledore por el momento), discutían sobre lo que podría o no podría haber pasado, pero ya estaba demasiado lejos como para oírlos con claridad.
—No es justo —me quejé mientras nos dirigíamos esta vez de verdad hacia nuestras salas comunes.
—¿El qué? —preguntó Draco como molesto incluso por oír mi voz.
—Que nos manden a nuestros dormitorios después de todo lo que han hecho esos tres. ¿No crees que tenemos derecho a saber lo que pasa?
—Por favor, Susan. Es obvio que eso no lo han hecho esos inútiles. Weasley no sabría ni ponerle la tilde a “cámara”, Granger no tocaría un poco de sangre ni aunque fuese de hada, y Potter no escribiría tal cosa.
—Da igual. Lo que quiero decir es que deberían habernos explicado qué es lo que está pasando en vez de lavarse las manos y enviarnos de nuevo a nuestras salas comunes como si fuésemos pollos que requieren a su madre para llegar hasta su nido.
Draco se quedó callado por primera vez en una de nuestras conversaciones, sorprendido por cómo me lo había tomado y seguramente porque él estaba de acuerdo con todo eso.
—¿Y a mí qué me cuentas? Ni que yo tuviese poder sobre todos ellos.
—Tú no, pero quizá tu padre sí.
—¿No crees que estás un poquito obsesionada con mi padre? —curvó el gesto, incómodo.
—¿Qué...? ¿¡Por qué dices eso!?
—¿Porque no paras de hablar de él? Si no es mi padre es Snape. No sé lo que te pasa, eres muy..., rara.
—Lo extraño sería que no lo fuese viniendo de la familia de la que vengo.
Draco alzó la ceja mirando al suelo, como pensando algo así como “pues también tiene razón.”
—Las cosas son así. Son los enchufados de la escuela. Ya te lo dije, y tú aún seguías preguntándome por qué no te dejaba juntarte con ellos.
Me dejó sin palabras y viendo cómo me estaba contestando, decidí dejarlo estar por hoy, descendí mi ritmo quedando algo más atrás que él y sentí cómo sin querer alguien chocaba contra mi hombro.
—Lo siento —me disculpé rápidamente, girándome.
—Hola, Susan —dijo aquella voz suave de noches atrás.
—Airan...
—Es un honor que recuerdes mi nombre —alzó las cejas, divertido—. ¿Tú te has enterado de algo o estás igual de perdida que yo?
—Igual que tú...
—No pensé que Dumbledore fuese a mandarnos así como así a nuestros dormitorios. Tengo la esperanza de que al menos nos explique algo de lo que ha pasado.
—Te arriesgarías a que nos mintiese.
—No creo que hiciese eso.
—Entonces te arriesgarías a su silencio.
—Eso ya es más probable.
—Siempre podemos sonsacárselo a los mayores.
—¿Qué tienes tú con los mayores?
—Sangre Pura —dijo la voz cantarina del prefecto de Slytherin frente al retrato que empezaba a abrirse.
—¿Cómo? —pregunté algo despistada.
—No sé, tienes como..., una especie de..., empeño en ellos.
—No, es solo que a ellos no les ocultan tanta información...
—Supongo... Aunque si son asuntos de la escuela, da igual que superes la edad de las gárgolas que decoran los patios, que no te contarán absolutamente nada.
—¿Qué me dices de los cuadros?
—¿Los cuadros?
Asentí.
—¿Qué pasa con ellos? —preguntó mientras entrábamos.
—Bueno, no pueden ponerle tapones en los oídos, podríamos intentar preguntarle a alguno de ellos qué es lo que sucede... —sugerí en voz baja para que no nos oyera nadie.
—¿Por qué tienes tanto interés? —me preguntó divertido, mientras poco a poco nos íbamos quedando solos en la sala común.
Todos nuestros compañeros estaban ya subiendo a sus habitaciones y el silencio fue lo único que nos acompañó.
—Porque siento que es algo prohibido —reconocí.
Airan se quedó en silencio ladeando una sonrisa de medio lado. Asintió y alzó las cejas.
—Ahora ya sé algo más de ti.
—¿El qué? —le pregunté curiosa.
Airan pasó por delante de mí acercándose a las escaleras para subir al dormitorio, posó su mano en la barandilla y se giró para mirarme.
—Que tu flaqueza es lo prohibido.
Mis mejillas se enrojecieron y las facciones de mi rostro se relajaron repentinamente.
—Buenas noches, Susan Lestrange.
—Buenas noches, Airan...
El muchacho de cabellos azabaches subió lentamente las escaleras sin girarse ni un momento, balanceando sus cabellos para colocárselos o..., desordenárselos, no me quedó muy claro.
Yo me quedé ahí parada, quieta y sin moverme, meditando hasta que la voz gruñona de uno de los cuadros interrumpió en mis pensamientos.
—Eh, niña. Vete ya a dormir.
—S-sí —dije cumpliendo su orden de inmediato y subiendo a un ritmo rápido. Total, no tenía otra cosa mejor que hacer.
Pero aún tenía cientos de preguntas que acabarían siendo respondidas. Aún tenía esa curiosidad que alguien terminaría por saciar, sino, ya me encargaría yo personalmente de ello.
—Estos críos... —negó el cuadro, con desesperación.
4 de septiembre de 1992
(19:00)
—¿Ocurre algo?
Preguntó aquella dulce y melodiosa voz. Sus ojos azules me dejaron sin habla. Tenían un aspecto misterioso y único. Me recordaban al anochecer en Transylvania, al frío, a la nieve, a mi antiguo hogar. Su pelo era negro, negro azabache, casi como el mío, pero con trazos algo azulados, y caía por su rostro ocultándolo levemente. Parecía más mayor que yo. Incluso estando sentado ya se veía que era bastante alto.
—¿Qué? Oh, no. No... Es sólo que no te había visto aquí y... Pensé que no había nadie —le respondí con sinceridad.
Él sonrió con suavidad, bajando su mirada hacia el libro que tenía entre las manos.
—Llevo aquí todo el tiempo. Te he visto escribir en tu diario, pero tranquila, no sé lo que has puesto. Tampoco me interesa.
—¿D-diario?... No es mi dirar —me interrumpió:
—Ya, ya... Eh, yo no soy Draco, ¿vale? Pero si quieres puedo fingir que es tu..., http://33.media.tumblr.com/457edba3a49e50265fb4cf2d7e399bcf/tumblr_mz7vh8v7ij1sg14yto1_250.gif ¿cómo lo habías llamado? Ah, sí... “Cuadernillo de Historia de la Magia” —carcajeó.
Mis ojos se entrecerraron de pura indagación. ¿Quién era ese joven de apariencia tan oscura pero rostro tan dulce? ¿Tan..., sigiloso, tan..., sarcástico y al mismo tiempo tan amable?
—¿Quién eres? —le pregunté.
—Me llamo Airan. Airan Nott https://31.media.tumblr.com/68c4687618e3beb99d89f4548ffa88dc/tumblr_n0nik6E7ab1t0ygf1o1_500.gif . Bueno, en realidad me llamo Theodore Nott. Pero no me llames así a no ser que quieras una muerte lenta y dolorosa —bromeó pero hablando en serio en cierto modo.
—Procuraré no hacerlo —sonreí agitada.
—Tú debes de ser Susan Lestrange —dejó el libro sobre la mesa que tenía al lado, para prestarme ahora toda la atención.
—S-sí... —asentí indecisa por cómo él podía saber todo eso—. ¿Cómo lo sabes?
—Bueno, a parte de que Draco diga tu nombre cada vez que habla contigo y otras muchas cosas más, porque conozco a tu hermano.
—¿A Rodolphus?
—No sabía que tenías más.
—Sí. Rabastan.
—Bueno, en ese caso no. Sólo conozco a Rodolphus.
—¿Has estado alguna vez en la mansión?
—Estar lo que se dice estar, no del todo. Pero sí he ido a llevar alguna que otra carta.
—Nunca te he visto por ahí.
—Claro, porque nunca he llegado a entrar.
Me limité a bajar la cabeza y morderme el labio sin saber qué otra cosa más podía hacer para pasar desapercibida, pero su voz volvió a resonar en la sala reclamando mi atención.
—¿Sabes? Eres diferente a los de tu familia. A los Lestrange.
—¿En qué sentido?
—En ninguno. Simplemente eres diferente y punto.
—¿Y eso es malo o bueno?
—¿Por qué te preocupa tanto eso? —inquirió divertido.
—Mi hermano siempre me echa en cara lo poco que me parezco a ellos y lo mucho que le gustaría que no fuese así.
—¿Crees que se siente decepcionado?
Asentí.
—Ya veo... ¿Y por qué no intentas remediarlo?
—Porque no sé cómo hacerlo.
—¿Lo has intentado?
Me encogí de hombros.
—Estás adquiriendo mi papel —sonrió.
—¿Hm?
—Normalmente soy yo el que recibe preguntas sin contestar ninguna http://fc02.deviantart.net/fs70/f/2013/123/c/4/andy_biersack_gif_by_crashqueen1-d63xy5q.gif .
—Lo siento.
—No lo sientas. No tiene sentido que te disculpes por esto. Algo me dice que no te criaste con tus hermanos.
—Eres muy inteligente. ¿No deberías estar en Ravenclaw? —desvié el tema con un toque de sarcasmo. O al menos lo intenté.
—Eso pensó el Sombrero Seleccionador. Dudó al principio pero al final decidí escoger Slytherin.
—No sabía que se pudiera escoger...
—Pues sí, se puede. Por suerte.
—¿Puedo saber por qué Slytherin?
—Pienso que Slytherin podría ayudarme a la hora de conseguir mis propósitos.
—Ah... Es una buena idea.
—Sí.
De pronto nos quedamos en un silencio algo incómodo del que no supe cómo salir. Miré a un lado y a otro con un nudo en la garganta. Esa sensación de querer escapar de alguna situación comprometida se empezaba a apoderar de mí.
—Y cuéntame, Lestrange. ¿Por qué tú escogiste Slytherin?
—Yo no lo escogí.
—¿Tenías claro que querías estar en Slytherin?
—No sabía ni dónde me estaba metiendo... No sabía nada.
—Entonces deduzco que te criaste con muggles.
—Sí. Una familia de Transylvania.
—Menudo chasco. Supongo que entonces te fue complicado acostumbrarte a todo esto.
—Eso creo.
—No eres muy habladora.
—La gente no suele hablar conmigo...
—Pues yo sí. Aprovecha antes de que muera de aburrimiento —bromeó.
—Me refiero a que no estoy acostumbrada a que lo hagan y por eso ahora..., pues no sé cómo..., en fin, cómo reaccionar... —apreté los labios en forma de sonrisa y bajé la mirada algo más tranquila.
—¿Qué quieres saber?
—Qué significó todo esto para ti.
—Nada...
—Vamos, puedes hacerlo mejor.
—En realidad no fue para tanto... Cuando era pequeña ya habían sucedido cosas extrañas conmigo que me hicieron darme cuenta de que algo estaba pasando. Nunca supe del todo qué era, pero cuando me enteré no fue algo que no esperase ya.
—Eso está mejor.
—¿Puedo preguntarte yo algo a ti?
—Oh... Ahora quieres preguntar... Vamos avanzando... A ver.
—¿De qué curso eres?
—Cuarto.
—¿Cuarto?...
—Cuarto.
—Vaya, qué mayor...
—Así que aparento ser de cuarto...
—¿No lo eres?
—¡Que va!
—Vaya, ahora me siento un poco estúpida...
—Sólo quería saber si era creíble, no pretendía engañarte. Soy del mismo curso que tú.
—¿Seguro?... Porque eres muy alto para ser de segundo.
—No me digas que ahora crees que soy de cuarto y te estoy engañando.
—No lo pensaba pero ahora que me has dicho esto...
—Tranquila, soy de segundo. Lo que me sorprende es pasar tan inadvertido. Eso o que tú no te fijas en otra cosa que no sea Draco Malfoy —me guiñó el ojo.
—¿Draco? Él y yo sólo somos amigos. Y a veces ni eso —su comentario me molestó, aunque preferí eso a que supiese lo de Snape.
—Bueno, Susan Lestrange, no te molesto más —se levantó—, voy a prepararme para la cena antes de que Weasley se lo coma todo y nos deje sin nada —bromeó.
—Vale, yo voy a hacer lo mismo —claramente no tenía nada mejor que decir, la verdad es que no tenía un vocabulario muy extenso y no quería hacer el ridículo más de lo que ya lo hacía. Aún tenía algo de aquel acento rumano que a ellos tan divertido les parecía, aunque a mí, más bien me parecía que más que divertido, les parecía estúpido y lo único que hacían era reírse de mí a mis espaldas. Una vez más, había escrito a penas media página en el diario. Subí las escaleras hacia el dormitorio de las chicas, chocando con Marcus que me gruñó mostrándome aquellas filas de dientes tan horribles y mal colocados. Bajé la mirada y continué hasta llegar al dormitorio. Guardé el diario en uno de los cajones, lo cerré con llave, y bajé hasta el gran comedor.
4 de septiembre de 1992
(18:27)
Querido diario, no tengo muy claro qué escribir hoy ya que el día prácticamente acaba de empezar.
Aunque... —me di un momento a mí misma para mirar el reloj de la sala común—, bueno, tachemos el “prácticamente”. Son las 18:27, pero el día de hoy ha sido muy aburrido. No ha pasado nada interesante y tampoco he visto a Snape por ninguna parte. Al que sí he visto ha sido a Lockhart. Menudo idiota...
Sé que he estado dos días sin escribir a penas nada, pero tampoco he tenido nada que contar. Ayer Snape dejó a Weasley por los suelos, la verdad es que me resultó algo incómodo al principio, pero después creo que la risa de Draco se me contagió.
No me gusta ver a Snape irritado, me intimida. Aunque creo que es el mismo efecto que causa con casi todos los alum-
—¿Lo has visto? ¡Menudo ridículo!
—¡Ha sido una escena digna de recordar!
—Y tú te encargarás de recordárselo eternamente...
Guardé rápidamente el diario bajo el cojín del sillón y me levanté desesperada, nerviosa.
Draco, Marcus comentaban sobre algo que aparentemente había ocurrido hacía escasos momentos, y que yo me había perdido, y tras ellos: Crabbe y Goyle chocándose entre ellos cuales cochinillos extraviados acababan de entrar en la sala común de Slytherin, donde yo me encontraba en aquel momento.
Empezaron a emitir unas fingidas arcadas, como burlándose de alguien que acababa de vomitar o algo por el estilo.
—Tendremos que hacerle una entrevista a Weasley. “¿Qué se siente al vomitarse a uno mismo repetidas veces, Sr. Weasley?” —comentó Draco mientras los demás echaban a reír.
—¿Qué ha pasado? —me atreví a preguntar cuando estaban más cerca.
—El idiota de Weasley y su estúpida varita.
—¿Qué? —obviamente, no comprendí.
—Weasley ha querido hechizar a Draco y se ha acabado hechizando a sí mismo —explicó Goyle para hacerle la pelota a Draco. Todos empezaron a carcajear como unos inútiles.
—Cállate, Goyle. Tú no estabas ahí —interrumpió Draco.
—¿Y por qué ha hecho eso? ¿Por qué ha querido hechizarte? —mi entrecejo se frunció con intensidad y curiosidad.
Draco fue a sentarse sobre el sillón en el que yo estaba sentada, pero lo hizo de una forma tan brusca, que notó perfectamente el diario bajo el cojín. Su gesto se tornó incómodo. Levantó medio cachete y rebuscó bajo éste aquello que le molestaba. Me alarmé de inmediato y estiré mi brazo impaciente por sacarlo yo antes que él.
Se sorprendió al verme tan nerviosa, así que me dejó hacer sin comprender bien qué estaba pasando.
Al fin pude sacar el diario, dándole la vuelta para que no viera más que la trasera de éste.
—¿Qué es eso?
—Mi cuaderno de Historia de la Magia.
—No sabía que hiciera falta uno.
—No me has explicado por qué Weasley ha hecho eso —cambié el tema rápidamente como pude.
—Ah. Eso... Cuéntaselo tú, Flint.
—Draco ha llamado a Granger Sangre Sucia, el idiota de Weasley ha querido hacerse el valiente y ha acabado tomando su propia medicina.
—Pobre Weasley... Se las da de héroe y lo único que tiene de eso es... Espera, no tiene nada —se pitorreó Draco.
—¿Qué me dices de esos jerseys que les hace su madre con la inicial de su madre en el centro? —dijo Crabbe.
—¿Qué tendrá eso que ver con lo que yo estoy diciendo? —se quejó Draco, como si él fuese el único que pudiera hacer bromas al respecto.
—¿Qué hechizo ha sido? —pregunté yo con curiosidad.
—Tragababosas.
—Ugh... —curvé los labios y agucé los ojos en gesto de angustia y negué para despejar esa imagen que acababa de venirme a la mente—. ¿Y cuánto rato tiene que estar así?
—¿Qué más da eso? Se lo tiene bien merecido. ¿Qué clase de persona que tiene dos dedos de frente se enfrenta a un Malfoy?
Arqueé una ceja. Aquel comentario me había parecido tan egocéntrico que incluso me dio rabia. Pero él era así. Era Draco Malfoy, no podía pedir ni más, ni menos.
—Draco, Pansy nos esperaba en el círculo de piedra a las 19:00.
—Cierto... Buen trabajo, Goyle... Me alegra que puedas servirme para algo más que para apoyarme en tu espalda cuando tengo que escribir una lechuza. ¿Tú vienes, Flint?
—No. Yo me quedo. Tengo que preparar unos trabajos para mañana.
—Está bien. Nos vamos —dijo como orden Draco.
Estaba claro que yo no quería ir con ellos para encontrarme con Pansy, pero el simple hecho de haberme preguntado hubiese estado bien. Escuché tras mi espalda como Marcus subía las escaleras hacia el dormitorio de los chicos así que me giré para comprobarlo mientras escuchaba cómo el retrato se cerraba detrás mía.
Me quedé ensimismada pensando en la nada. Con lo complicado que me parecía pensar en “nada” cuando me lo proponía... Miré la tapa de mi diario y lo acaricié con la yema de mi dedo índice y corazón. De pronto, por el rabillo del ojo me pareció ver a alguien sentado en el sillón que tenía al lado, frente a la chimenea, leyendo un libro. Me giré sobresaltada y sin saber por qué, y el chico levantó hacia mí su mirada.